Viernes 14 de Mayo de 2010 10:12
La muerte en Cuba de un hombre en huelga de hambre (23/02/10) y la incorporación de otro (28/02/10) a esa forma extrema de protesta ante la cerrazón del poder —en este caso del gobierno de La Habana y su negativa a liberar a presos políticos enfermos que no reconoce como tales— desató tal indignación entre los medios de comunicación y amplios sectores del país que no se explica por qué han ignorado o minimizado la que mantienen aquí en México casi un centenar de trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). El 25 de abril pasado iniciaron un ayuno el primer grupo de 10 ex trabajadores de la extinta Luz y Fuerza del Centro con la exigencia de que sean recontratados por el patrón sustituto, la Comisión Federal de Electricidad (CFE), con todos los derechos contenidos en un contrato colectivo que sigue vigente. Y, conforme a lo planeado, se incorporaron grupos de 10 trabajadores cada día hasta el pasado 3 de mayo en que la dirigencia sindical se detuvo a analizar la estrategia. El caso es que ayer sumaban 93 huelguistas, asentados principalmente en la explanada del Zócalo de la ciudad de México y ayer mismo Obed Valencia Becerril, integrante del primer grupo de huelguistas de hambre, tuvo que ser llevado al hospital Durango por los trastornos que ya provocó en su salud no haber comido durante los últimos 19 días. El problema no será menor para el gobierno de Felipe Calderón conforme avance el ayuno, aumente el número de huelguistas, se deteriore la salud de muchos de ellos y se pueda llegar al extremo de la muerte. Apenas el lunes pasado, el subsecretario de Gobernación, Roberto Gil Zuarth, intentó salir al paso de este asunto que tiene todos los visos de convertirse en avalancha. Dijo que no hay razón para mantener esa huelga ya que, a su juicio, existen mecanismos institucionales para dirimir tales conflictos y “opciones laborales y productivas al alcance de todos”. Remató su argumentación pidiendo a los ayunantes levantar su huelga y confiar en el gobierno. ¿Pueden confiar en el gobierno que los echó a la calle? ¿Alguno de los muchos desempleados habrá encontrado ya las opciones laborales al alcance de todos? ¿Cómo transitar por un canal de diálogo institucional cuando éste queda invariablemente condicionado a que primero acepten y firmen su liquidación, lo que pondría fin a un contrato colectivo aún vigente? ¿Cómo, entonces, Gil se atreve a decirles que no hay razón de su huelga? Como no hay respuesta a todas esas interrogantes, Calderón intenta arrinconar a los electricistas con acusaciones de sabotaje. Con ellas no sólo justifica su eventual represión sino la incapacidad manifiesta con que la CFE ha tenido que ocuparse del suministro de energía en el centro del país. Aquí mismo hemos documentado que se echó mano hasta de empleados inexpertos traídos de Centroamérica para atender las constantes fallas. Pero ni así. Durante los pasados tres días —con la situación agravada por los fuertes vientos que soplaron en la ciudad de México— hay 75 colonias sin luz en 13 delegaciones capitalinas. Muchos de los afectados han organizado bloqueos de protesta. En ese contexto resurgieron las acusaciones de interrupciones provocadas. La CFE ha interpuesto ante la PGR casi 400 demandas por sabotaje en ocho meses, lo que confirmó ayer la secretaria de Energía, Georgina Kessel.
Y en medio de todo esto la pregunta que constituye la razón esgrimida para echar a la calle a los revoltosos electricistas y acabar con el SME: el mejoramiento del servicio. ¿Ha realmente mejorado? EL UNIVERSAL en línea lo pregunta a sus lectores. De los 15 mil 696 que habían votado hasta la ocho de la noche de ayer, 39.93% decía que ha empeorado, 30.98% que sigue igual y sólo 29.09% que ha mejorado.
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