José Antonio Almazán González
Mientras el gobierno de Calderón apela a principios bioéticos, que por supuesto no practica, para descalificar la huelga de hambre del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), desde la azotea de Palacio Nacional sus esbirros, ocultos en la noche, arrojan canicas bombochas a las carpas donde duermen las y los heroicos y dignos huelguistas. Durante el día sus agentes disfrazados de civiles acosan a las brigadas de electricistas que volantean en la ciudad de México y otros estados. Después, de manera civilizada, a través de la Subsecretaría de Gobernación, simula un diálogo ofreciendo lo mismo que viene repitiendo desde hace casi ocho meses: primero liquídate y después vemos. Por su parte la prensa vendida, y la radio y televisión en manos de la oligarquía, mantienen un riguroso círculo de silencio en torno a una huelga que ha trascendido ya a nivel internacional. En tanto, en los oscuros sótanos del Palacio de Cobián, el llamado Centro de Atención y Reacción Inmediata (CARI) contra los sabotajes eléctricos trata de levantar su campaña para criminalizar la lucha del SME.