Domingo 27 de junio de 2010, p. 12
De aquí me sacan con las patas por delante o caminando a mi trabajo
, dice Miguel Ángel Pérez, coordinador de cuadrilla (sobrestante) de cables subterráneos, quien ayer cumplió 60 días en huelga de hambre, a pesar de que en sus 22 años de antigüedad en Luz y Fuerza del Centro (LFC) rara vez se acercaba por el sindicato.
“A diferencia de mi hermano, que era representante y a quien nada más le faltaba un mes para jubilarse, yo no era político. Es más, ni siquiera conocía físicamente a mis líderes, mucho menos sabía quién era el prosecre- tario de tal o cual cosa; francamente iba al sindicato por obligación, a votar, y de repente a las asambleas. No era como otros compañeros que ven al dirigente y hasta se pelean por ir a saludarlo. Yo estaba muy a parte. La verdad, no me sabía ni la historia del SME.
¿Que dónde estaba el 10 de octubre de 2009?
(noche en que la Policía Federal tomó LFC, unas horas antes de publicarse el decreto presidencial de extinción de este organismo).
¡Pues viendo el futbol! Soy aficionado de corazón! Ahorita me levanté nada más para ir a ver el partido de Estados Unidos contra Ghana”, cuenta Miguel, acostado en el catre en el que ha dormido los últimos dos meses, en el plantón que instaló el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) en el Zócalo capitalino.
De los 44 mil trabajadores que integraban la plantilla de Luz y Fuerza del Centro, 17 mil 300 mantienen la resistencia.
La Plaza de la Constitución alberga desde hace 63 días la protesta de los electricistas y, desde el 11 de junio pasado, también a las megapantallas para la transmisión de los partidos del Mundial de futbol.
Son las cuatro de la tarde y las pantallas fueron apagadas momentáneamente para dar paso a la actuación de un grupo musical. Los decibeles son muchos; las lonas y los catres vibran.
El albazo
Nunca me imaginé estar en esto
, relata Miguel Ángel Pérez. Hace poco más de ocho meses, el 10 de octubre, en punto de las once de la noche, recibí un mensaje al celular que todavía guardo: ‘Todos al SME. El gobierno tomó las instalaciones. Pasa el mensaje’.
“En los días posteriores, mi cabeza daba vueltas. A veces me levantaba de madrugada totalmente decidido a firmarles el finiquito pero luego me arrepentía y así una y otra vez. Fue hasta que mi compañero Jhonatan (también de cables subterráneos y en huelga de hambre) me dijo: ‘no guey, aguantemos, no te liquides. Lo que nos hizo el gobierno fue una injusticia’”.
Ahora, después de 60 días de consumir sólo agua, miel y suero, Miguel Ángel ha perdido muchos kilos. No sabe cuántos, quizá 15 o 20, pero se niega a pesarse porque, dice Miguel Ángel, me traumo
.
“Ya le ha agarrado cariño al SME porque me di cuenta que, como dicen por ahí, mi sindicato me dio casa, vestido y sustento; además un empleo estable, digno, que me permitió seguir en capacitación y hasta tener un hobbie (entrenador profesional de perros).
Ahora mi convicción es muy firme. Vale la pena estar aquí no sólo para conmover a los ministros o al gobierno sino para defender al pueblo, a los otros sindicatos que les quieren dar en la torre.
Mientras, en el mismo campamento, otros diez electricistas que se incorporaron a la protesta hace nueve días, apenas se van acostumbrando a no comer, a bañarse en instalaciones improvisadas en pleno Zócalo y a batallar con los moscos. Ya dejamos el coraje, el miedo y la frustración. Ahora tenemos calma y nos preparamos para lo que venga
, expresa Fernando Martínez, uno de los nuevos huelguistas.
Atrás, está el ingeniero Cayetano, ahora con 63 días en ayuno. Un día más de quien, como los otros 23, tiene una historia qué contar. En la entrada del campamento hay una manta con la imagen de este profesor de ingeniería en el IPN y un artista ya le ha compuesto una canción en sólo un momento.
Desde hace cuatro días no ha salido al hospital ningún huelguista; ahí sigue Hugo Vargas, con la foto de su hijo de prescolar a un lado, y Carlos Godínez, operador de líneas aéreas, por mencionar algunos que –a diferencia de la antigua apatía de Miguel Ángel– siempre han sabido la historia sindical y hasta la de los respectivos departamentos, desde que eran, por ejemplo, parte de la Mexican Light and Power.
Por lo menos hasta la noche del sábado no habían llamado de nueva cuenta a la ambulancia. Se encuentran estables
, informó el doctor José Luis Valverde, quien es, a la vez, otro de los 17 mil 300 en resistencia. Este especialista con posgrado en medicina del trabajo integraba parte de la Subgerencia de Seguridad e Higiene de Luz y Fuerza.
Por la miel se mantienen lúcidos. Las neuronas se alimentan principalmente de glucosa; sabemos que una depresión puede derivar incluso en un paro cardiaco, pero no hay literatura médica acerca de cuánto tiempo resiste el cuerpo si tiene detrás espíritu de lucha
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